Siempre es grato escribir. Y más aún, escribir
cuando se trata de un tema que me emociona.
He sido un eterno convencido que el manejo de la
personalidad y la manera de pensar de cada individuo se puede construir como un
escultor a su obra.
Cincelada a cincelada, el ser humano se va
formando como el labrador que al labrar se labra a sí mismo. Somos producto de
nosotros mismos. No hay endosos a nadie ni encargos al tutor. Las ampollas son
de quien las trabaja.
Y en este camino de la personalidad y del buen
criterio, surgen muchos autores que dan su punto de vista sobre ello.
Y hago la aclaración, solo son puntos de vista.
Nadie tiene la verdad absoluta, porque lo que a mi me sirve quizá a otros no.
Nadie garantiza que solo el agua satisface la sed. Si hay dudas le preguntemos
al alcohólico.
Pero hoy, quiero citar a un autor que me causó
polémica por su manera de proyectar la idea, pero que me dejó convencido con
los argumentos que utilizó para respaldar su libro.
Edward de Bono, escritor nacido en Malta y que
revolucionó las ideas del pensamiento con sus teorías sobre el pensamiento
lateral, escribió un texto al que denominó “Los 6 sombreros para pensar” en
donde clasifica la manera en la que debemos de vernos para poder canalizar las
ideas y expresar el pensamiento.
En él, De Bono deja plasmado que es posible que
la gente se sienta un poco incómoda con el uso de los sombreros, pero esa
incomodidad desaparece apenas la conveniencia del sistema resulta evidente. Y
no se equivoca.
El gran valor de los sombreros es que
proporcionan roles de pensamiento. Un pensador puede enorgullecerse de
representar cada uno de esos roles. Sin la formalidad de los sombreros algunos
pensadores se estancarían en un modo único. Un hombre vestido de payaso está
autorizado a comportarse como tal.
Pero De bono persigue un objetivo al utilizar
colores en cada sombrero, ya que relaciona el impacto del color con el impacto
del pensamiento.
El Sombrero Blanco es neutro y objetivo. Se
ocupa de hechos reales y de cifras. Como una computadora que da los hechos y
las cifras que se le piden. No hace interpretaciones ni da opiniones. .
El Sombrero Rojo sugiere ira, furia y emociones.
El sombrero rojo da el punto de vista emocional. El uso del sombrero rojo
permite que el pensador diga: "Así me siento con respecto a este
asunto".
El Sombrero Negro es triste y negativo. El
pensador de sombrero negro señala lo que está mal, lo incorrecto y erróneo. El
pensador de sombrero negro señala que algo no se acomoda a la experiencia o al
conocimiento aceptado. El pensador de sombrero negro señala por qué algo no va
a funcionar. Es cerrar por cerrar. Rechazar por rechazar.
El Sombrero Amarillo es alegre y positivo. El pensamiento de
sombrero amarillo indaga y explora en busca de valor y beneficio.
El Sombrero Verde es césped, vegetación y
crecimiento fértil y abundante. Indica creatividad e ideas nuevas. La semilla
que nace en tierra abonada. Es con éste sombrero como nacen los proyectos y se
cristalizan en una realidad.
El Sombrero azul es frío, y es también el color
del cielo, que está por encima de todo. El sombrero azul se ocupa del control y
la organización del proceso del pensamiento pero también de ser responsable de
la síntesis, la visión global y las conclusiones.. Todo está supervisado y nada
se escapa de su visión.
Y es curioso. Si cada elemento de la sociedad o
de alguna organización aprendieran este lenguaje, sería más fácil el alcanzar
nuestros objetivos.
Pero no hay peor lucha que la que se libra
contra nuestro propio pensamiento. Todo mundo se siente y se cree inteligente.
Y lo hacemos a tal grado que creemos poder prescindir de este sistema.
No coincido con los que piensan que origen es
destino. Ni con aquellos que dicen que trayecto es resultado. Estos puntos creo
que ni en la empresa dan los resultados esperados.
Y es en este sentido en donde hago que salga a
flote mi pensamiento. Yo creo que el ser humano tiene algo que pocos han
utilizado, y me refiero al libre albedrío. El poder escoger lo que se quiere
ser es lo más maravilloso que nos ha brindado la vida misma.
Unos creyendo ser lo que no son, y otros sin
saber lo que son, pero siéndolo. Es la magia de vivir y ser observado por los
demás. Sujetos al visto bueno de aquellos que son grandes en su mediocridad y
que su imperio llega hasta donde ellos han marcado como sus propias fronteras.
Y lo enfatizo así, porque se resisten a aceptar lo que se encuentra fuera de lo
que ellos conocen.
Algo que el propio Edward de Bono ha definido
como pensar fuera de la caja, esa que para muchos representa el todo,
olvidándose que la tierra es redonda y que hay muchas cosas al cruzar la
montaña.
El pensar fuera de la caja es citado por de Bono
como la oportunidad de crear, de proponer, de aportar cosas nuevas, fueras del
estereotipo marcado por aquellos que solo ven hasta donde les determina su
propia visión.
Y hoy me doy cuenta debería de ser reglamentario
el usar los 6 sombreros de De Bono. Haciendo uso de lo que cada uno de ellos
significa. La sociedad y las empresas estarían sumergidas en aguas más claras y
transparentes, permitiéndose navegar sin contratiempos ideológicos hacia sus
propios destinos.
Y todo ello, haciendo a un lado que el negro es
un color que está de moda. No tomando en cuenta que el pensar bajo el esquema
del sombrero negro es algo que caracteriza a la sociedad.
Porque no hay más goce ni mejor disfrute que el
denostar, que el criticar. Que nada es comparado cuando se tiene la sangre de
la victoria surcando las venas del rostro. Porque para nuestra sociedad no hay
nada como el esbozar una sonrisa interna cuando atacamos una idea para hacerla
pedazos.
Y es que el pensamiento negativo y la crítica es
atrayente porque su logro es inmediato y completo. Probar que alguien está
equivocado con su idea da una satisfacción inmediata. Alimenta nuestro ego cual
carne a la fiera.
Pero al final cada quien se queda con lo suyo.
Uno con la propuesta que construye y el otro con la satisfacción de haber
destruido. Y solo uno avanza.
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